Este jardín, que forma parte de los llamados jardines bajos del estanque, se conecta al interior con el Salón de los Embajadores a través de una bellísima pérgola de glicinia y al exterior con el jardín de las Flores y el jardín de Troya. Su nombre hace referencia a las figuras esculpidas antiguamente en setos de mirto y boj siguiendo la técnica romana del topiario. En este caso se trataba de siluetas vegetales que representaban embarcaciones con cañones que lanzaban chorros de agua y que pasaban por ser una de las atracciones más celebradas del momento, tal como se recogían en las crónicas de Rodrigo Caro del s. XVII. Ya no existen tales figuras, sino cuatro parterres delimitados por boj donde se cultivan especies tradicionalmente asociadas a la jardinería clásica como acantos, jazmines, naranjos o los únicos madroños que existen en el Alcázar. Delimitando el espacio nos encontramos de nuevo naranjos en espaldera.